viernes, 6 de noviembre de 2009

Entre la historia y la leyenda.

Desde el siglo XVIII y con más de 250 años de funcionamiento continuo, El Hacha es el más antiguo de los comercios de Montevideo, aún en pie y trabajando. Vivió más de cien años como pulpería. Quizá más como almacén de ramos generales, bar y almacén de barrio.

Todavía no hemos logrado establecer con exactitud en qué fecha comenzó la historia de El Hacha. Sabemos, sí, que en la Bitácora de Nuestra Señora de la Encina, que transportó desde Canarias las primeras familias que habrían de contribuir al proceso fundacional de Montevideo, se relata que fueron recibidos por varios vecinos procedentes de Buenos Aires que ya se encontraban establecidos en el lugar. Se mencionan por nombre Juan Bautista Callo, Juan Antonio Artigas, Jorge Burgues y Eugenio Eustache “… dueño de la Pulpería…” Algunos registros posteriores indican que Juan Bautista Callo también habría instalado una pulpería, aunque en otra localización, algunos años después, en sociedad con el mismo Eugenio Eustache, a quien se apodaba “el Pistolete”.

Estas son nuestras pistas hoy. Sospechamos –solo sospechamos por ahora- que lo que hoy es El Hacha era entonces, antes de concluido el proceso fundacional de Montevideo en 1730, la Pulpería de Eugenio Eustache, “el Pistolete”. Lo cierto es que nuestros gruesos muros respiran historia, y nuestros techos “a la porteña” sostienen el tiempo. Y también es cierto que todas las generaciones de inmigrantes que hicieron tierra en el Puerto de Montevideo –todas-- pasaron por las puertas de lo que hoy es El Hacha.

Desde esta esquina, desde lo que es hoy el cruce de Buenos Aires y Maciel se vio crecer la ciudad de a poco. El puerto y sus depósitos; las casas de inquilinato, los saladeros, los edificios públicos y de gobierno, las oficinas y las residencias, el Cabildo y la Catedral, casi toda la Ciudad Vieja, sus plazas y buena parte de las murallas, fueron construidas por criollos e inmigrantes. Muchos de estos lejanos antecesores de todos nosotros comenzaban su jornada, o la cerraban, en la vieja pulpería.

Nadie recuerda hoy cómo se llamaba el establecimiento antes de la década de 1790. Quizá se le conocía con el nombre de Juan Vázquez, su propietario, o con la evocación de algún lejano terruño. Desde el 15 de abril de 1794, sin embargo, la dramática circunstancia de un crimen terrible en el que Bernardo Paniagua, uno de sus dependientes, es asesinado de un hachazo por Domenico Gambini, marinero Ligur, hizo innecesario volver a bautizarlo. Antes que Gambini fuese apresado, juzgado y condenado en Buenos Aires; antes que fuera ajusticiado en Montevideo en cumplimiento de su sentencia, se le llamaría, y para siempre, El Hacha. Para recordarlo de manera ejemplarizante Juan Vázquez, el propietario de entonces, conservaría durante mucho tiempo el hacha homicida atada a las rejas de la pulpería (pintada también en su fachada, cuentan algunos).
Su destino durante los dos siglos siguientes fue más benigno, y como almacén de ramos generales, almacén de barrio luego, almacén, cantina y bar después, pasó a ser referencia de un barrio de gente trabajadora, de criollos, de familias inmigrantes aunadas en el crisol del país que se fundaba y crecía irradiándose desde el puerto. Aquí se convivió con los invasores Ingleses. Se habló de Fernando VII. Se discutió la Convención Preliminar de Paz y se celebró la Jura de la Constitución. José Artigas nació a pocas cuadras. ¿Alguien puede imaginar que no haya pasado por lo que es hoy El Hacha?

Sus muros guardan hoy el testimonio fotográfico de muchos de sus propietarios, amigos, vecinos y clientes de fines del siglo XIX y del recorrido completo del siglo XX; del barrio y sus deportes, el fútbol, el box del Olimpia y la natación desde la chata del Guruyú. Roque Gastón Máspoli, Dogomar Martínez, el “Sapito” Álvarez, y quién sabe cuántos más, fueron habitués de sus modestos y cálidos espacios.

El Hacha fue de todo e hizo de todo en este rincón del barrio con el alma más grande de Montevideo: tuvo su propio equipo de fútbol y un Stud; sus amigos y parroquianos compraron una casa en Pajas Blancas como extensión natural de su camaradería, fuera del asfalto, sobre las cálidas costas del Río de la Plata. Los abuelos de hoy vienen a ver sus fotos infantiles, cuando llegaban de niños de la mano de sus padres y abuelos en los años de 1920 y 1930.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, y todo el XX, se reunían en El Hacha, para terminar juntos la velada militante, vecinos integrantes de los baluartes del barrio, pertenecientes a todos los partidos políticos. Aquí celebraron y lloraron colorados, blancos, anarquistas, socialistas y comunistas, frenteamplistas más tarde. Desde su mostrador y sus mesas se siguieron, con el despliegue de las “sábanas” de los diarios de la mañana y de la tarde y en la voz ronca profunda y emocionada de una radio de madera lustrada, el desenlace de las guerras y los destinos del mundo. Se vivió minuto a minuto la Batalla del Río de la Plata y la muerte del Graff Spee. Muchos años después, se discutió el hundimiento del Calpean Star. Se celebraron y lloraron los campeonatos mundiales. Nos juran que todos los Presidentes de la República, alguna vez, pasaron por El Hacha.

El tiempo y la leyenda tejen la historia y construyen la memoria del pueblo, de los barrios y sus esquinas. Que Gardel y Razzano, una tarde de domingo con Leguizamo… que Obdulio Varela, el Negro Jefe… que Julio Sosa. Ninguno de los que hoy se acercan a buscarse en las fotografías los vio, pero a todos se lo contaron. Se acuerdan, si, de Juan Ángel Silva, de Carlos Soto, y de Páez Vilaró. El Cachila jura que si, y Carlos Soto vino hace unos días con su Señora, igual que Trías. Y nos cuentan que Tito Cabano compuso aquí, y para El Hacha, el conocido tango “Un Boliche”. De todas maneras, allí están las chapitas en el respaldo de las sillas, y allí se quedan por toda la eternidad, con otras que vendrán con los años, con las décadas…

Hecha por gente que sabe; La mejor paella clásica en su casa

Nuestra Paella Clásica consta de

Langostinos
Mejillones, con y sin valva
Camarones
Berberechos
Calamares
Almejas, con y sin valva

Pollo
Cerdo
Pescado

Aceite de oliva español
Condimentos españoles
Arroz parbolizado, siempre a punto.

Estos son los ingredientes de nuestra receta clásica. Muchos clientes optan por omitir uno o más (algunos la prefieren sin pollo, otros sin cerdo, o sin pescado). Nos ajustamos a su preferencia

La paella debe encargarse con una anterioridad mínima de seis horas. De un día para otro es mejor. Entregamos a domicilio en Montevideo, recién hecha y lista para servir a la hora que Ud. nos diga.

Precio por porción $ 240,00

Para veinte porciones o más, si lo prefiere, nuestro Chef puede preparar la pella en su casa. Llevamos paellera, serpentín y todos los ingredientes.

Con el Chef en su casa, agregar $ 750,00

Si lo desea, además de la paella podemos llevar pan, vino de nuestra muy buena Carta y una entrada a elección, todo a muy buenos precios.

Consúltenos a los teléfonos 916-2508 915-2823, o al (099) 628-545